Cursillos de Cristiandad > Reseña histórica > II. El viraje del 7 de Enero de 1949
43. La Escuela, que había dado nacimiento al Movimiento, llevó primero el nombre de «Escuela de profesores» (recuerden que los rollistas, al principio, llevaban este nombre) para suceder a la Escuela de Dirigentes de la AC. Durante varios años, el acceso a esta Escuela estaba reservado exclusivamente a los que el Consejo diocesano quisiera admitir. — El clima de la época, y menos todavía el de la Iglesia, no era de los más democráticos. — Sin embargo, la idea original era de hacer de esta Escuela un lugar de encuentro, de coordinación y de reflexión entre las personas que tenían o querían tener cierto liderazgo en el Movimiento. En práctica, durante largos años, la Escuela de profesores se contentó con ser un lugar de repetición para rollistas. Era verdaderamente reducirla al mínimo.
44. Eduardo terminó por aceptar este tipo de Escuela, porque, en ese momento, la Ultreya, mucho más espontánea, estaba ya en camino. Acariciaba la secreta esperanza de poder, un día, modificar la Escuela misma. Para alcanzar su objetivo, multiplicaba lo más posible, las pequeñas reuniones de reflexión sobre el Movimiento entre las personas más influyentes. Las reunía de modo informal en su oficina, casi a diario. Los documentos elaborados por este grupo de buscadores tuvieron una influencia preponderante y conservan aún su vigencia. Los autores de estos textos bien sabían que tenían que someter sus escritos a los ojos vigilantes de Don Capó. Pero las severas exigencias del asesor los obligaban a volver a trabajar sobre sus textos a fin de presentar mejores composiciones que, al final, eran aceptadas como documentos base en la Escuela de profesores. Es de ese grupo de reflexión que salieron los principales textos de la literatura cursillista, y aún parte de lo que servirá de esquema al libro de las IFMCC. Pero no nos adelantemos. Primeramente, tenemos que recorrer una página dolorosa de la historia del Movimiento. Tal vez tendríamos la tentación de borrar esta triste página, pero tenemos que leerla como las demás, siquiera para convencernos, una vez más, que el Espíritu de Dios sabe sacar el bien aún del mal cometido por los hombres.