Reseña histórica >El Movimiento se estructura
Para todos los que estudiaron algo en la historia del MCC, es evidente que el Movimiento nació de un grupo. Fue el grupo que engendró al Movimiento y no el Movimiento que creó a los grupos. Hasta 1949, los participantes a los cursillos conservaban entre ellos, después de su experiencia, contactos amigables, frecuentes e intensos, que no estaban sometidos a ninguna especie de estructura. Y para Eduardo, eso era lo esencial del postcursillo.
Desde Enero de 1949, la aceleración histórica de los cursillos exigió de los fundadores reflexionar sobre un nuevo modo de postcursillo para los candidatos que no entraban en la AC. Se elaboró poco a poco el método de la reunión de grupo a partir de un hecho más bien ordinario. Cierto Lunes, Eduardo se encontraba en uno de los cafés de la Plaza Mayor de Palma y escuchaba a los jóvenes que lo rodeaban. Todos contaban con mucho entusiasmo su fin de semana, las aventuras que habían tenido con muchachas..."que no eran precisamente sus hermanas", agregaba Eduardo maliciosamente. Esa fue la chispa que le impuso a realizar con sus compañeros, un intercambio igual, espontáneo y entusiasta, pero sobre cosas más serias. Así empezó la experiencia de la reunión de grupo: un compartir semanal entre amigos, sobre sus contactos con Dios, sus búsqueda espiritual y su actividad apostólica.
No sin problemas se implantó este nuevo método. Se temía favorecer una dirección espiritual colectiva en detrimento de la dirección individual de un sacerdote que privilegiaba la AC. Sin embargo, si Eduardo defendía los grupos a toda costa, era porque estaba convencido, y como él, Don Gayá, de que el compartir la amistad en grupos era una necesidad vital del ser cristiano. Al final del 1949, la asamblea anual incorporaba la reunión de grupo como elemento específico y esencial del método de Cursillos.
Como se creó después la Ultreya para fraternizar fuera de los grupos, despertarse a la realidad Iglesia y sostenerse.
Cuando los cursillistas integraban todos la AC, no había problema para que perseveraran ya que estaban inmediatamente enmarcados por la Escuela de Dirigentes y las reuniones semanales. Pero abriendo el Movimiento a todo público, era evidente que las reuniones de grupo no iban, ellas solas, a responder a las exigencias de los cursillistas que quieren fraternizar con todos y no solamente con algunos. Además, para despertar a la gente a la realidad Iglesia, la reunión de grupo ne bastaba; al contrario, se corría el riesgo de crear un guetto. Vino entonces la idea de establecer un encuentro semanal abierto a todos los cursillistas, independientemente de sus grupos, cuya finalidad sería parecida a los encuentros que habían vivido el año anterior los peregrinos de Compostela. O sea, un encuentro para darse mútuamente ánimo y para compartir la alegría de saberse unidos en el mismo caminar.He ahí el porqué se dió a estas reuniones el nombre de "Ultreya", palabra antigua que usaban los peregrinos de Santiago cuando se encontraban entre ellos para saludarse y animarse a lo largo del trayecto. Esta palabra, posiblemente derivada del latín ultra, significa "adelante", y la AC bautizó así uno de sus boletines. Pero no fue sino en 1953 que la palabra Ultreya será atribuida a un tipo de reunión.
La Escuela, que había dado nacimiento al Movimiento, llevó primero el nombre de Escuela de profesores (se recordará que los rollistas, al principio, llevaban este nombre) para suceder a la Escuela de Dirigentes de la AC. Durante varios años, el acceso a esta Escuela estabe reservado exclusivamente a los que el Consejo diocesano quisiera admitir. ? El clima de la época, y menos todavía el de la Iglesia, no era de los más democráticos. ? Sin embargo, la idea original era de hacer es esta Escuela un lugar de encuentro, de coordinación y de reflexión entre las personas que tenían o querían tener cierto liderazgo en el Movimiento. En práctica, durante largos años, la Escuela de profesores se contentó con ser un lugar de repetición para rollistas. Era verdaderamente reducirla al mínimo.
Eduardo terminó por aceptar este tipo de Escuela, porque, en ese momento, la Ultreya, mucho más espontánea, estaba ya en camino. Acariciaba la secreta esperanza de poder, un día, modificar la Escuela misma. Para alcanzar su objetivo, multiplicaba lo más posible, las pequeñas reuniones de reflexión sobre el Movimiento, entre las personas más influyentes. Las reunía de modo informal en su oficina, casi a diario. Los documentos elaborados por este grupo de buscadores tuvieron una influencia preponderante y conservan aún su vigencia. Los autores de estos textos bien sabían que tenían que someter sus escritos a los ojos vigilantes de Don Capó. Pero las severas exigencias del asesor los obligaban a volver a trabajar sobre sus textos a fin de presentar mejores composiciones que, al final, eran aceptadas como documentos de base en la Escuela de profesores. Es de este grupo de reflexión que salieron los principales textos de la literatura cursillista, y aún parte de lo que servirá de esquema al libro de las IFMCC.