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Cursillos de Cristiandad > Reseña histórica > II. El viraje del 7 de Enero de 1949

Testimonio de Don Juan Capó

Juan Capo31.      Para completar este testimonio, he aquí algunas lineas de Don Juan Capó en su librito titulado: Pequeñas historias de la historia de los Cursillos de Cristiandad. Resumen perfectamente lo que hemos visto hasta ahora.

«El primer Cursillo era la realización de unos afanes, de unas ansias, de unos modos de ser y de actuar. Fue algo posible en el clima pastoral y apostólico de aquellos momentos. Para indicar los comienzos reales de los Cursillos, tendríamos que remonter hasta sus raíces, las corrientes que los hicieron posibles, detallar desde su nacimiento las inquietudes que les dieron ser. Lo cierto es que no nacieron de golpe, así como un milagro hecho, como la luz de una nueva estrella que sorprendiera la noche... No es la obra de un hombre, sino de un grupo, de un clima, de un afán convergente primero y compartido después» (pág. 13).

32.      Luego, preguntándose cual era la novedad de estos nuevos cursillos (ya que los cursillos de peregrinos también eran «cursillos») Don Juan Capó contesta:

«Los cursillos anteriores tenían una temática uniforme, aunque sus especificaciones estaban al albedrio de cada responsable. Esto continuó así para el Cursillo número uno y para algunos de los posteriores (pág. 16). Unos ejemplos nos pondrán en la pista. Idéal fue introducido cuando en la Escuela se fueron analizando los Cursillos. Se ha dicho que los rollos de gracia se copiaron de la temática de los cursillos anteriores; nada más falso. El rollo de sacramentos sufrió, entre otras, la variación del lugar. Durante mucho tiempo resultó un rollo intrascendente. Su visión era pobre, sacramentalista. Aunque parezca mentira, durante mucho tiempo lo dio el seminarista que solía acudir a todos los cursillos, y se reducía a una explicación de lo que cada sacramento con exclusivas referencias a su materia, su forma y sus condiciones de validez para una recepción fructuosa (pág. 24). Acerca de las meditaciones se dejó al principio una libertad de uso e improvisación. Por lo que se refiere a la primera meditación, los ejemplos estaban abundantemente sacados de las obras de Tihamer Thot. Se intentaba sencillamente no aburrir y hacer pensar que el momento podía ser decisivo en su vida. De la mención incidental de un ejemplo tomó cuerpo el tema de la «película de la vida». En la del «hijo pródigo», la primitiva redacción se completaba con una consideración de Getsemaní, para dar la conciencia de que somos actores personalmente conocidos en la pasión y en el dolor de Cristo. Las «tres miradas» conoció una trayectoria más azarosa. No siempre se entendió perfectamente su pensamiento. No se trata tanto de describir la  mirada de Cristo cuanto de sentirse mirados. Era un medio para una introspección» (pág. 29).

33.      Don Capó aprovecha luego para hacer el elogio de dos pioneros: Don Sebastián Gayá y Eduardo Bonnín (pág. 35). En el capítulo siguiente, nos habla de los numerosos ataques que el nuevo movimiento sufrió de parte de algunas autoridades eclesiásticas. Nos da el ejemplo de un obispo recién nombrado que declaraba que «los Cursillos habían sido unas misiones populares entre los descargadores del muelle, y por eso eran bastos en sus planteamientos, simplistas en su doctrina y rozando la grosería en sus expresiones» (pág. 41). Cuenta también como una agresiva acusación vino en plena clausura de parte de un desconocido; pues, no habían adoptado todavía la decisión experimentada de la norma prohibitiva... Y termina diciendo: «Nunca dejamos de sentirnos molestamente vigilados, malamente enjuiciados, injustamente condenados» (pág. 45). Por ejemplo, se acusaba a los cursillistas de prácticas coactivas tanto hacia los propios miembros como hacia los no creyentes. Y Forteza nos cuenta  el hecho siguiente. « Se daba por cierto que estando un cursillista descarriado en un baile de mala nota, en un cabaret, a altas horas de la madrugada, entró un grupo de fieles empuñando en alto un crucifijo y afeándole la conducta a voz en grito... He podido comprobar que los hechos fueron totalmente distintos y que, sabiendo Antonio Darder y Eduardo Bonnín que uno de sus amigos de reunión de grupo se había despistado hacia tal baile, se limitaron a entrar en él como unos clientes más, y Darder aprovechó la ocasión para saludar a su amigo dándole la mano donde mantenía escondido un pequeño crucifijo; lo que bastó para que con toda discreción el saludado decidiera abandonar el local (Cf. Forteza, pág. 67). Y Don Capó termina su librito con un elogio de Mons. Hervás. «Captó la inquietud, amparó las iniciativas, impulsó hacia metas más ambiciosas y orientó personalmente hasta comprometer su propio prestigio por mantener sin miedo las reivindicaciones apostólicas, a veces tumultuosas, de aquella juventud. Asistió a retiros, celebró semanalmente la misa con nosotros...Desde la asamblea de Diciembre de 1949, en la que se pronunció a favor de los Cursillos, hasta su intervención en la catedral en su plática a todos los sacerdotes en 1951,  siempre se mostró de la misma manera. Fue la honda que hizo posible que el David de nuestra juventud se impusiera al Goliat de los opositores» (pág. 50).

34.      Se dan cuenta como los primeros años del MCC sufrieron turbulencias. Recorriendo las páginas de su historia palpamos de verdad como esta obra era conducida por el Espíritu. De otro modo, no hubiera sobrevidido a sus fundadores y no tendríamos hoy un Movimiento esparcido en los cinco continentes, con millones de miembros de todos los idiomas. Don Gayá, por su parte, está convencido que el MCC nació bajo la protección de la Virgen María, pues, Mons. Hervás (6) había declarado el año 1949 «Año Mariano», en preparación a la definición del dogma de la Asunción, y a causa también de las circunstancias providenciales que prepararon la cuna del Movimiento precisamente encima del santuario de Nuestra Señora de Gracia, como lo vimos arriba (# 5).

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(6) El escudo de Mons. Hervás llevaba los Corazones unidos de Jesús y María.

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